sábado, 3 de mayo de 2014

planto y su pedagogía 

Manuel. Vargas de la Torre Toda la obra de Platón tiene un carácter deliberadamente educativo, por ello no siempre sus páginas expresamente pedagógicas son las más profundas, pedagógicamente hablando, sino que a cada paso brota el pensamiento certero que resuelve una cuestión educativa. Por ejemplo, es en el diálogo Las Leyes en donde Platón nos da su definición de educación, que no ha sido superada y que sigue apareciendo en los manuales de pedagogía: “Dar al alma y al cuerpo la perfección de que sea susceptible”. Platón. (1998). Las Leyes. (Porrua, Ed.) México: Porrua. ¿Por qué en Las Leyes? Porque Platón considera a la educación como esencialmente social: “… Porque si se me pregunta que interés resulta al bien público de la educación de toda la juventud, no sería difícil responderte que los jóvenes bien educados serían un día buenos ciudadanos; que siéndolo, se conducirían bien en todas las ocasiones…”. (Platón, 1998) En el diálogo Laques pregunta a Melesias y Lisímaco: ¿Imaginais que se trata aquí de un negocio de poca trascendencia?” Y se responde: “No hay que engañarse; se trata de un bien que es el más grande de todos los bienes; se trata de la educación de los hijos, de que depende la felicidad de las familias; porque, según que los hijos son viciosos o virtuosos, las casas caen o se levantan”. (Platón, 1979). Con frecuencia distingue Platón los conceptos de educación y de enseñanza y expresamente los diferencia en el Sofista: Después de reiterar una de sus ideas favoritas dentro de su teoría del conocimiento, según la cual la ignorancia más terrible consiste en “imaginarse saber lo que no se sabe”, hace formular al personaje que defiende su criterio esta pregunta: “¿Qué nombre es preciso dar a la parte de la enseñanza que nos libra de la ignorancia?” Y hace responder a otro: “Ya creo extranjero que las otras partes de la enseñanza son relativas a los oficios mecánicos, pero por lo menos entre nosotros, esta que de se trata se llama educación”. Es decir, la enseñanza es mera comunicación de destrezas, mientras la educación es ejercicio y desarrollo de las potencias espirituales, concretamente la aplicación pura de la interrogación socrática para la creación del hábito de discurrir sobre la firme base de una conciencia clara del objeto de conocimiento; pero como al conocimiento verdadero se identifica en el sistema socrático-platónico con la idea del bien, resulta en última instancia que la educación es el desenvolvimiento de las capacidades superiores del espíritu y la enseñanza simple acto externo de informaciones y destrezas. (Platón, 1979). O sea que todo acto educativo auténtico produce una modificación permanente de la personalidad. En el sistema de Platón el origen del saber y de la ignorancia es una cuestión capital porque se relaciona con el principio de la claridad, condición primera del acto docente. El que sabe y sabe que sabe, indudablemente es sabio. El que no sabe, pero sabe que no sabe, también es en cierto modo sabio, o por lo menos no es del todo ignorante, porque se halla en disposición de aprender. No saber y creer que se sabe he ahí la verdadera ignorancia de la que nacen todos los errores de la enseñanza y todos los males. Por ejemplo este párrafo del Cármides: “Sócrates.- Pues bien, querido Critias, reducida la sabiduría a estos términos, ¿cuál puede ser su utilidad? ¡Ah! Si como supusimos al principio, el sabio supiese lo que sabe y lo que no sabe; si supiese que sabe ciertas cosas y no sabe otras ciertas cosas; si pudiese además juzgar a los demás hombres en esta misma relación, entonces, yo lo declaro, nos sería infinitamente útil el ser sabios. En efecto, pasaríamos la vida exentos de faltas los que tuviésemos la sabiduría, y lo mismo sucedería a los que obrasen bajo nuestra dirección. Porque, respecto de nosotros, no intentaríamos hacer lo que no supiésemos, sino que dirigiéndonos a los que lo supiesen, a ellos se lo encomendaríamos; y con respecto a los que estuviesen bajo nuestra dirección, no les permitiríamos hacer sino lo que pudiesen hacer bien, es decir, aquello de que tuviesen la ciencia. Una casa administrada de esta manera por la sabiduría, estaría necesariamente bien administrada, y lo mismo un Estado sería bien gobernado, e igual sucedería en todas partes donde reinase la sabiduría. Porque unas gentes que no cometerían faltas, que ajustarían todas sus acciones a las reglas de la razón, necesariamente serían dichosas. ¿No es esto mi querido Critias, lo que experimentaríamos con motivo de la sabiduría, y lo que mostraríamos para hacer ver cuán ventajoso es saber lo que se sabe y lo que no se sabe? (Platón, 1979). En Platón la ley moral siempre está presente, no sólo en las páginas con manifiesta intención pedagógica, sino en todos los pensamientos de la gran obra que nos legó. No hay más que un saber verdadero: el conocimiento del bien en sí mismo y en nuestra alma y en nuestras acciones. No hay más que una educación verdadera, la inspiración de la idea del bien, reforzada con el hábito del bien obrar. La vida del hombre no tiene más que un objetivo digno de su naturaleza: educarse a sí mismo y cooperar en la educación de los demás. En estas 3 proposiciones se halla la filosofía de Platón entera. La flecha siempre apunta al mismo blanco: el bien y su realización. Referencias Platón. (1979). Diálogos. 18ª ed.(Col. Sepan Cuantos… No.13). México: Porrua. Platón. (1998). Las Leyes. (Col. Sepan Cuantos… No. 139). México: Porrua. Imágenes http://ficus.pntic.mec.es/~wque0012/filantigua/platon/images/plato-symposium-manuscrito-de-un-papiro.jpg http://lh3.ggpht.com/Fogg.Phileas/RgR5ss54UjI/AAAAAAAAAM4/mKWdISLX1sY/Platon+Aristote.jp

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